Nómada en Puerto Rico: Día cinco!
Día cinco:
Hoy nos vamos de excursión!
Hace 3 años atrás en uno de nuestros viajes a la isla fuimos a Cueva la
ventana… Yo no pude subir ya que tenia 4 meses de embarazo. Hoy es el día en el
que voy a disfrutar de una de las vistas mas hermosa de mi isla. Gracias a mi
adorada hermana Carmin que decidió compartir la aventura conmigo. Nos fuimos
con el sabor de aventura en nuestro espíritu. Como cambia todo en poco tiempo. La
vez que fuimos uno entraba por su cuenta y no había guía ni cascos de
protección. Ahora pagas, tienes un guía, te dan una linterna y casco de
protección. Hasta hay indios que te ayudan a llegar a la cueva. Entre
carcajadas de mujeres hechas niñas y gruñidos por la espera, emprendimos la
caminata hacia la cueva. El guía, al que bautizamos con el nombre de “yuqiyu”
nos fue enseñando diferentes especies de plantas, insectos y hasta una araña de
plátano vimos. Yo retratando y devorándome todo lo que podía de mi isla pues al
partir hacia Massachusetts yo quisiera llevarme a mi isla conmigo. Tan pronto
entramos a la cueva uno siente como una clase de paz. Es oscura y sopla una
brisa cálida. Lo primero que te dicen
los guías es que no apuntes la linterna hacia el techo ya que los murciélagos
se pueden asustar. Y ahora, la que estaba asustada era yo…
No por los animales
sino por lo que sueltan desde allá arriba. HUY FO!!!! Pero bueno, empieza el
tour dentro de la cueva. El guía de se toma el tiempo contando y describiendo
para que se usaban las cuevas en los tiempos de los indios. ¿Y como sabe el que
hacían los indios allí? Jaja! El nos conto como el cuando niño corría por toda
la cueva pues el se crio en esa área. Nos hablo de la importancia de mantener
la cueva lo mas intacta posible pues es el hogar de diferentes clases de
murciélagos los cuales son muy importante en la isla ya que cada uno se puede
comer como 5 mil mosquitos ¡por hora! ¿Te imaginas? ¡Al fin llegamos a la
ventana! ¡WOW! ¡Que vista hermosa! Es increíble ver como de bella e impactante
es la naturaleza gracias a la mano de Dios. Estar allí parada y ver las
gaviotas volando, el rio corriendo, los arboles fluyendo con la brisa y pensar
que estaba viendo lo que ven los pajaritos cuando vuelan, el sol cuando sale y
la luna al anochecer me hizo sentir una nostalgia y una paz increíble. Mi mama
siempre me decía que las cosas que Dios hace son perfectas. Allí, en ese lugar
vi lo que ella me decía. No es como que en otros lugares no se vea, pero allí,
en esa cueva, esa ventana hacia el valle de Utuado yo vi la belleza de lo que
Dios hace con mas claridad. Creo que ahora que veo la vida de una forma
diferente vi la grandeza del mundo y lo pequeño que somos nosotros. Repito, no
es que no lo supiera antes sino que ahora lo veo con mas claridad e
entendimiento. Nos sacamos fotos, nos reímos, regañamos, y hasta los
murciélagos nos mearon. ¡¡¡Si, fo, que asco! Carmin todavía no me cree, pero yo
se que si. Salimos a la luz del día con hambre y con recuerdos que nos duraran
por siempre.
De allí recogimos a Normari, comimos en una lechonera (si! Comimos lechón asado, ternera asada, arroz con gandules, batata frita, y unas medallas BIEN frías) y para la playa nos fuimos. En la playa hablamos, bebimos, nos reímos, lloramos, y hasta nos mojamos con la lluvia. Fue una tarde llena de emociones encontradas, verdades dichas, y heridas reabiertas.
Allí se hablo del pasado, del presente y del
futuro. Se dijeron cosas que todavía resuenan en mi mente y mi corazón y
duelen. Nos desahogamos y fuimos sinceras. Al atardecer creo que llegamos al
punto de que sabemos que lo pasado, ya pasó y lo único que podemos hacer es tratar
de mejorar el futuro. Nos fuimos dejando las palabras dichas flotando entre las
olas del mar. De camino me tome un mavi, observe los flamboyanes y las ceibas y
daría todo por poder ser tan fuerte como ellos. Hay veces que uno se puede ver
tan fuerte como la ceiba por fuera y por dentro ser tan frágil como las
orquídeas. Es difícil mantener esa fachada pero cuando es la única que te ayuda
a sobrevivir, se te hace fácil llevarla.
Con esa realidad duramente impregnada en mi mente, espíritu y corazón
regresamos a la casa. Comimos, nos despedimos, y a dormir se a dicho. Buenas
noches…
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